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FERNANDO CARUNCHO
¿Un jardín es una obra de arte viva»
SUS PERSONALÍSIMOS Y RECONOCIBLES TRABAJOS, EN LOS QUE APLICA SABIAMENTE EL LENGUAJE DE LA GEOMETRÍA, SON UN FIEL REFLEJO DE SU RESPETO POR LA NATURALEZA
NI DISEÑADOR DE JARDINES NI PAISAJISTA. Fernando Caruncho (Madrid, 1957) prefiere presentarse como jardinero. Un jardinero un tanto inusual que antes de estudiar paisajismo y jardinería comenzó por la filosofía, algo que, según él, no está tan alejado del lenguaje de la naturaleza. De hecho, los grandes filósofos griegos y romanos impartían sus clases en jardines.
En 1979 creó su propio estudio y a lo largo de estos 35 años ha ejecutado infinidad de proyectos, tanto públicos como privados, en España y en países como EE UU, Japón, Inglaterra, Francia, Italia, etcétera. Sus trabajos son considerados auténticas obras de arte. ¿El jardín es la única obra de arte viva que el hombre puede hacer -afirma Caruncho y, como pasa con el arte, habla un lenguaje universal, no hacen falta palabras para comprenderlo, puedes sentirte arrebatado en un jardín chino o en un jardín inglés, da igual que no entiendas cómo está hecho».
Los jardines de Caruncho conjugan a la perfección dos conceptos aparentemente no conciliables como son la naturaleza y la geometría. ¿La naturaleza ha sido siempre agresiva para el hombre, que tenía que defenderse de ella, y por eso empezó a abrir claros en el bosque mediante figuras geométricas como círculos, por ejemplo». Y, por supuesto, además de la tierra, en su trabajo son fundamentales elementos como el agua, la luz y el tiempo.
Siempre respetuoso con la naturaleza, Fernando Caruncho confiesa que por encima del encargo del cliente y de sus propios deseos como artista, él se debe al lugar, ¿que estaba ahí mucho antes que el hombre», y busca su momento de esplendor. ¿Y por «momento» estamos refiriéndonos a unos 200 años, que en términos de naturaleza no es nada».
Un dato fundamental para entender el tiempo en referencia a un jardín es que, desde que arranca un proyecto hasta que dibuja el primer boceto, Caruncho puede dedicar aproximadamente dos meses solo a observar. ¿Es lo primero. La observación y la paciencia. Son las dos virtudes principales de un jardinero», comenta. Para Fernando Caruncho ser jardinero es, más que una profesión, un estado, una manera de ser, es tener una mirada distinta sobre la vida, porque, reconoce, ¿todo paseante que se adentra en un jardín vive una experiencia que lo transforma».
Asegura que con cada proyecto vive un proceso de transformación que comienza con el primer intercambio de ideas con el cliente, sin cuya participación sería imposible de llevar a cabo. ¿El diseño de un jardín me transforma a mí y a quien lo encarga, que debe ser consciente del compromiso que adquiere y la dedicación que le debe».
Cuenta Caruncho que la relación con cada cliente es tan intensa que no todos están preparados para afrontar una experiencia en la que se exige dedicación total y absoluta a lo largo del tiempo que dura, que nunca es menos de dos años. ¿He dicho que no a algunos clientes, por supuesto, porque he visto claramente que no estaban en el momento vital de afrontarlo. Ellos no lo saben, yo sí, y se trata de un gran esfuerzo manejando elementos como el agua, la tierra y el aire. El proceso afecta mucho». Por eso, reconoce, es tan importante elegir bien al cliente. ¿Si yo me equivoco de cliente, si calculo mal hasta dónde puedo llegar con esa persona, el proyecto se frustra, y estamos hablando de una experiencia que dura entre dos y cinco años».
ACTUALMENTE TRABAJA en la transformación de una isla en Maine, cuya maqueta, que ocupa una gran parte de su estudio, está iluminada por la luz que entra por la claraboya del techo, que produce las mismas sombras que tendrá en realidad. En España, su último trabajo fue la ampliación del parque de Pereda, en Santander, que se ligará al futuro Centro Botín.
A lo largo de su 35 años de carrera, Fernando Caruncho ha realizado jardines tan distintos como los de la universidad de Deusto, los de la embajada española en Japón, el viñedo de Amastuola en Puglia (Italia) y la terraza de los Laureles del Jardín Botánico de Madrid, entre otros muchos, además de los de numerosos proyectos en casas privadas en distintos lugares del mundo.
Cuando se le pregunta por sus jardines preferidos, confiesa que considera sus proyectos como sus hijos y por eso, dice, no puede elegir ninguno como favorito. ¿Cada uno es diferente, cada uno tiene su historia y su valor«. Pero sí reconoce que de todos ellos los más complicados han sido los propios, el jardín de su casa y el de su estudio, en Ciudalcampo, Madrid. ¿Es más fácil ser puramente intuitivo con otros que con uno mismo», asegura. Entre ambos jardines hay un intervalo de 15 años. ¿El primero», recuerda, ¿lo hice con 30 años, y el segundo, con 45, y lógicamente se ve la evolución, el aprendizaje: cada uno responde a un momento distinto en mi vida y también a otras necesidades». Sí reconoce que cada vez más la arquitectura está incluida en sus proyectos y que la relación con los arquitectos a veces es complicada, ¿porque ellos piensan que el jardín es una consecuencia de la arquitectura y, por el contrario, yo creo que la arquitectura es una consecuencia del jardín, por eso cada vez trabajo más en los dos planos».
Las influencias de Caruncho, así como sus orígenes familiares (gallegos, andaluces, castellanos y catalanes), son muy variadas y van desde los jardines japoneses hasta los de la Alhambra. Cree que en España el mundo del jardín está infravalorado y que, en contra de lo que se piensa, no es un lujo y no tiene por qué ser caro: ¿Basta con plantar un árbol en una placita».
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